lunes, 5 de noviembre de 2012

PLAY: La no cultura del todo gratis

A veces, la gente me mira extrañada cuando digo que he comprado un disco. Otras lo hacen cuando explico que he ido a un concierto, y no era de fiesta mayor. Y otras muchas, leo comentarios de personas en las redes sociales que se quejan de los anuncios de Spotify o buscan alternativas similares gratuitas. Incluso pasa que son las mismas personas que se lamentan con fervor de la subida del IVA a la cultura y del menosprecio (decid también recortes) hacia ella desde los gobiernos. Hablo de personas que no tienen por costumbre pagar por la cultura que consumen pero no por su situación económica concreta, sino por convicción. Todo es cuestión de prioridades, dirán. La cultura es libre y estamos en nuestro derecho de disfrutarla, añadirán. Los músicos ven un porcentaje minúsculo de las ventas de sus discos y no pagando fastidio a la discográfica, argumentarán.

Escribo esto como una reflexión personal como parte del colectivo público o consumidor, no como periodista. No entraré a valorar el estado del mercado musical independiente ni en cifras de si Spotify es justo o no con los músicos. Pero sí quiero decir que me molesta esa postura del Todo gratis. Detrás de una canción hay una persona, un grupo, que ha trabajado para hacerla. Ha invertido tiempo y dinero en ella para que el público la disfrute y eso merece una contraprestación. A ninguno de nosotros nos gusta trabajar gratis, por mucho que disfrutemos realizándolo. He dedicado las últimas tres líneas a decir obviedades, pero en esta sociedad parece que ya ni las obviedades son tenidas en cuenta.

Cuando me gusta un disco, un grupo, creo que merece que se lo demuestre con algo más que con comentarios en Facebook o Twitter. Creo que merece que vaya a sus conciertos, y pague por ellos, que me compre sus discos. Si hay algo que lamento es no poder "saldar mis deudas" con todos los grupos que me gustan, que se esfuerzan en hacer canciones que me hacen feliz o me cambian los días. La crisis económica y los sueldos de mierda de este país nos obligan a algunos a no poder dar las gracias a todos como es debido. Pero no usemos esa excusa, o las mencionadas en el primer párrafo, de escudo, de comodín. La versión básica de Spotify cuesta sólo 5 euros al mes, muchos grupos o pequeños sellos ofrecen sus discos, y el placer de poseer esas pequeñas joyitas, a precio de coste, y es fácil ver conciertos por no más de 10 euros. 

Luego nos lamentaremos, y lo harán también esos que nunca pagan, de que no se publiquen discos, no se programen conciertos, los músicos tiren la toalla o se empobrezca la escena. Quizás no podamos pagar por todo lo que consumimos como sería deseable pero no es justo no pagar por nada. No sólo por una cuestión trabajo-salario, sino porque así, a lo tonto a lo tonto, le vamos restando valor a esos productos culturales. Total, no nos cuestan nada.   

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