sábado, 1 de septiembre de 2012

EXTRA: Tierra de hielo y fuego - Islandia (III)

Echando más tópicos a la lumbre, titulo así esta entrada. Pero es tan acertado que da miedo: en una excursión al sur de dos días uno ve mezclarse los dos elementos de manera inevitable, causa y consecuencia incluso. Ve coladas de lava y ve volcanes, como el que sembró el caos aéreo en el 2010 expulsando toneladas y toneladas de ceniza. Lo ve a él y a sus restos negros en el hielo del glaciar Vatnajökull, en sus maravillosas lenguas, silenciosas y sobrecogedoras. Y en la laguna glaciar de Jökulsarlón, mezclado con el predominante blanco y azul que reflejan esos macizos de hielo. Tanto hielo tan cerca, bajo la intensa lluvia que cayó el día que lo visitamos. Yo sola y tanto hielo, ahí. El silencio roto sólo por las gotas y algunos bloques desplazándose plácidamente a la deriva, hacia el deshielo. Creo que fue una de las cosas que más me impactaron. Estar empapada frente a un lago glaciar de espectaculares tonos azules. Y correr a contárselo a una persona a la que quieres. 


 El diluvio cayendo sobre Jökulsarlon
 Una de las lenguas del glaciar
Y luego están las cascadas. Oh, las cascadas. Es como volver a tener 10 años, a querer mojarte bajo la lluvia. Es flipar. Los caballos que pastan cerca parecen ajenos al ruido ensordecedor y atrayente de Skógarfoss, que llama como las sirenas a los marineros. A ver cuánto más cerca de la cascada puedes llegar. Ánimo valiente. Seljalandsfoss no es tan brutal, pero es como una atracción de parque temático: puedes pasar por detrás de ella y casi tocarla, y hasta olerla. Y todas las pequeñas cascadas que se ven desde la ventanilla del coche. 

 Detrás de la cortina de agua de Seljalandsfoss

 Skógarfoss, la cascada más espectacular de Islandia

Desde luego, tenéis que ir al sur. De esta ruta no quiero dejar fuera la playa de Reynisfjara, negra y salvaje, con sus columnas de basalto entrando al mar y los graciosos frailecillos que vuelan torpes hacia el mar. Coged una piedra, sólo una, no seáis avariciosos, de recuerdo y escuchad el rumor del oleaje en toda la soledad que el grupo de turistas os permita. 

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